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martes, 1 de abril de 2014

Leyenda De Xango



Cuenta la historia que sango fue el cuarto rey de Oyo, que en su reinado impuso una suerte de sistema de gobierno muy especial, compuesto por 12 miembros que dieron en llamarse, LOS DOCE MINISTROS DE SÀNGO. Siendo éstos ministros eran sus consejeros, pero además de estar bajo sus órdenes, cada uno de ellos gobernaba un distrito dentro del reinado de Oyo. 

Este sistema de gobierno recibe el nombre de Oba ijila. Los doce ministros de Sàngó estaban compuestos por doce reyes, 6 de ellos a la derecha, que eran los mas importantes y con derecho a voz y voto y 6 a la izquierda sin derecho a voto. Estos doce ministros llevan el nombre de Mogba y eran a su vez, jefes de los pueblos sujetos al gobierno general de Oyo, la capital política del país Yòrùbá. Los miembros de este consejo incidían con sus decisiones, tanto en los intereses de Sàngó como en el bienestar de los súbditos del reino, oficiando también de jueces y jurado, condenando y absolviendo a los acusados por algún delito cometido en la comarca. Por ejemplo Kankanfo, que fue uno de los más importantes ministros y en los consejos de mayores estaba situado a la derecha y tenía también el cargo de Generalísimo del ejercito. 

El más importante de la izquierda fue Ologbon , rey de Igbon y dilecto ministro del Gran Rey Sàngó . El reino de Sàngó era uno de los reinos más poderosos de Nigeria hasta que Sàngó, embriagado por el poder que poseía, fue transformando su justo equilibrio en una mordaz tiranía. Su soberbia hizo que abusara ostentosa y negligentemente de su posición. Y los gastos ocasionados por los grandes bacanales a que era afecto, más las riquezas que gustaba de acumular, lo llevaron a someter a su pueblo creando mayores tributos.


Estos impuestos, injustamente aumentados hacían imposible ser cumplidos por el pueblo, que cansado de tamaña tiranía y enardecidos por el hambre y la miseria a que eran sometidos, decidieron pedir el favor de los ministros para desterrar al despótico rey que sólo pensaba en seducir mujeres y dispendiar fortunas en onerosas y exquisitas prendas y joyas. Sigue contando el itam que el pueblo, repudió a ese rey soberbio y despótico y, uno a uno, sus aliados fueron abandonándolo, todo el reinado caía.

El imperio se derrumbó tras la sublevación de los cansados súbditos, que saliendo a la calle desataron una guerra implacable, que solo cesó cuando el gran Oba, tomando todo cuanto pudo cargar de su palacio, huyo lejos. En su escape de Oyo, solo contó con la adhesión y fidelidad de Oya, su segunda mujer, quien lo acompañó hasta último momento, partiendo junto a el hacia el Orun. La fidelidad y el amor de Oya era tan grande que no entendía seguir su existencia en la tierra si su amado no estaba en ella.

Cuando todo el brillo de su reinado quedó atrás, Sàngó, en la soledad de su destierro, tomó conciencia de las injusticias había inferido a sus súbditos y dolido, avergonzado y arrepentido de su soberbia de otrora, decidió dejar la tierra y partir para el Orun, donde suplicó perdón a Olódùmàrè por las acciones cometidas.

El perdón le fue concedido y desde ese momento Sàngó tiene como misión fundamental el oficiar de juez justo e incólume, protegiendo a los hombres contra las injusticias de sus iguales.

Así, el gran Òrìsá, señor de los truenos y las tempestades, es hasta nuestros días el regente de la justicia y el equilibrio. Castigando implacablemente a quien ose pedirle algo deshonesto o ni indebido.

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