Cuenta la historia que sango fue el cuarto rey de Oyo, que
en su reinado impuso una suerte de sistema de gobierno muy especial, compuesto
por 12 miembros que dieron en llamarse, LOS DOCE MINISTROS DE SÀNGO. Siendo
éstos ministros eran sus consejeros, pero además de estar bajo sus órdenes,
cada uno de ellos gobernaba un distrito dentro del reinado de Oyo.
Este sistema
de gobierno recibe el nombre de Oba ijila. Los doce ministros de Sàngó estaban
compuestos por doce reyes, 6 de ellos a la derecha, que eran los mas
importantes y con derecho a voz y voto y 6 a la izquierda sin derecho a voto.
Estos doce ministros llevan el nombre de Mogba y eran a su vez, jefes de los
pueblos sujetos al gobierno general de Oyo, la capital política del país
Yòrùbá. Los miembros de este consejo incidían con sus decisiones, tanto en los
intereses de Sàngó como en el bienestar de los súbditos del reino, oficiando también
de jueces y jurado, condenando y absolviendo a los acusados por algún delito
cometido en la comarca. Por ejemplo Kankanfo, que fue uno de los más
importantes ministros y en los consejos de mayores estaba situado a la derecha
y tenía también el cargo de Generalísimo del ejercito.
El más importante de la
izquierda fue Ologbon , rey de Igbon y dilecto ministro del Gran Rey Sàngó . El
reino de Sàngó era uno de los reinos más poderosos de Nigeria hasta que Sàngó,
embriagado por el poder que poseía, fue transformando su justo equilibrio en
una mordaz tiranía. Su soberbia hizo que abusara ostentosa y negligentemente de
su posición. Y los gastos ocasionados por los grandes bacanales a que era
afecto, más las riquezas que gustaba de acumular, lo llevaron a someter a su
pueblo creando mayores tributos.
Estos impuestos, injustamente aumentados hacían imposible
ser cumplidos por el pueblo, que cansado de tamaña tiranía y enardecidos por el
hambre y la miseria a que eran sometidos, decidieron pedir el favor de los
ministros para desterrar al despótico rey que sólo pensaba en seducir mujeres y
dispendiar fortunas en onerosas y exquisitas prendas y joyas. Sigue contando el
itam que el pueblo, repudió a ese rey soberbio y despótico y, uno a uno, sus
aliados fueron abandonándolo, todo el reinado caía.
El imperio se derrumbó tras la sublevación de los cansados
súbditos, que saliendo a la calle desataron una guerra implacable, que solo
cesó cuando el gran Oba, tomando todo cuanto pudo cargar de su palacio, huyo
lejos. En su escape de Oyo, solo contó con la adhesión y fidelidad de Oya, su
segunda mujer, quien lo acompañó hasta último momento, partiendo junto a el
hacia el Orun. La fidelidad y el amor de Oya era tan grande que no entendía
seguir su existencia en la tierra si su amado no estaba en ella.
Cuando todo el brillo de su reinado quedó atrás, Sàngó, en
la soledad de su destierro, tomó conciencia de las injusticias había inferido a
sus súbditos y dolido, avergonzado y arrepentido de su soberbia de otrora,
decidió dejar la tierra y partir para el Orun, donde suplicó perdón a Olódùmàrè
por las acciones cometidas.
El perdón le fue concedido y desde ese momento Sàngó tiene
como misión fundamental el oficiar de juez justo e incólume, protegiendo a los
hombres contra las injusticias de sus iguales.
Así, el gran Òrìsá, señor de los truenos y las tempestades,
es hasta nuestros días el regente de la justicia y el equilibrio. Castigando
implacablemente a quien ose pedirle algo deshonesto o ni indebido.
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