"En
África cada orisha estaba originariamente vinculado a una aldea o
región. Se trataba de cultos locales que reflejaban la autonomía de
muchos pueblos que vivían en economías cerradas, propias del estado
tribal.
Así dentro del territorio yorubá, se adoraba a lemanja en
Egba, a Ogùn en Ondó y Ekiti, a Shangó en Oyo, a Oshum en Ijesa e
Ijebu. Algunos cultos abarcaban toda una región con sus tribus, como
los de Obatala y Oduduwa, rey histórico vinculado a la fundación de
Ile Ifé y del cual todos los gobernantes yorubá se consideraban
descendientes.
En buena medida, la posición de los orisha dependía
de la historia del grupo social en las que aparecían como
protectores".
"En
casi todos los casos se trataba de hombres divinizados después de
muertos a causa de algún desborde emocional. La religión yorubá
está íntimamente vinculada a un concepto de familia que comprende
el conjunto de vivos y muertos descendientes de un antepasado común.
A estos ancestros se les consideraba poseedores de control sobre las
fuerzas naturales y conocimiento preciso sobre las propiedades de las
plantas, única forma de medicina existente. Esta suma de poder y
conocimiento (àshé, pronúnciase ashé) los transformó en orisà
(orisha), siendo divinizados. Según la creencia yorubá una enorme
crisis emocional puede producir la metamorfosis, "quemando"
el ser material del individuo mediante el fuego de la pasión,
restando solamente el àshé o poder en forma de energía pura.
Para
establecer el culto era necesario que algunos de sus familiares
cercanos supieran fijar el fundamento, es decir un contenedor del
objeto -soporte del àshé, donde recibir ofrendas y sacrificios. De
manera que el orisha "es una fuerza pura, inmaterial,
imperceptible para los seres humanos, excepto cuando se posesiona de
uno de ellos". Este candidato a la posesión, debidamente
preparado, electo por el orisha, es uno de sus descendientes".
En
América este parentesco o descendencia sanguínea se transformó en
espiritual, aunque de cualquier modo se reinvindica el concepto de
hijo del orisha (omorisà, filho-de-santo) aunque el iniciado -sobre
todo si de raza blanca- no pueda establecer su abolengo.
Los
orisha o divinidades del Batuque son aproximadamente doce, que de
algún modo proveen unos veinte tipos o modalidades de comportamiento
característico.
En una primera articulación del modelo arquetípico
en el que el Batuque se fundamenta, habría una serie de modalidades
ordenada por elementos, colores, sustancias sagradas.
Cada una de
ellas, con excepción de unas pocas, se divide en edad (viejo,
adulto, adolescente, niño) ensamblando de este modo cierto tipo de
sincretismo intertribal ya conocido en África; divinidades
semejantes con atributos idénticos se hacen familiares, o se ve en
ellas distintos aspectos, "caminos", "pasajes",
de una misma energía total. Decimos divinidades, no dioses, porque
el adepto del Batuque cree en un Dios creador llamado
eufemísticamente Olorùn (dueño del cielo) u Olodùmare (dueño de
las cosas que existen) cuyo poder está por encima de los orisha, que
a Él se someten.
Podría decirse que es una especie de sumo
arquitecto retirado de su obra, un Deus otiosus sin altares ni culto
particular, que gobierna a través de las relaciones complementarias
de los orisha.
En torno a éstos se tejen historias de vida a menudo
contradictorias entre los distintos "lados", transmitidas
oralmente desde muy atrás en el tiempo, que van fijando en la
memoria del grupo de culto el origen y la explicación de los ritos,
los desplazamientos coreográficos -que son historias mimadas-, las
simpatías y antipatías por determinadas frutas o animales, los
caracteres sobresalientes de las personalidades divinas, tales como
su austeridad o su sensualidad, etc.
Es de resaltar que quien profesa
cualquiera de las grandes vertientes religiosas afrobrasileñas en el
Uruguay es absolutamente abierto en su concepción del mundo, las
cosas y relaciones entre ellas, porque sus modelos de conducta -los
orisha- son, en tanto que modelos de gran energía (sin polaridad
bueno/malo preconcebida) actuantes de diversa manera según las
circunstancias, hecho narrado por las diferentes leyendas.
Amores,
odios, trampas, intrigas, generosidad, celos, ira, egocentrismo,
misericordia ilimitada, adulterio, homosexualidad absolutamente todo
lo humano tiene un precedente in illo tempore, de modo que ¿cómo
juzgar aun igual si el orisha talo la orisha cual hicieron esto o
aquello en sus mitos? Y aún así, viéndoles profundamente humanos,
son nuestro modelo y descargan de culpabilidad nuestros actos.
Los
mitos, que todo adepto del Batuque conoce e integra casi
automáticamente, son los que hacen que cada cual viva su vida y
llegue a sus objetivos tal y como le parece, sin desmerecer a nadie,
sin asumir complejos de culpa ni frustraciones, haciendo irrelevante
cualquier terapia extrareligiosa.
El Batuque, como la Umbanda, es "terapia
para el pueblo". Con su fe en los orisha el miembro de la
comunidad del Batuque y sus hermanos religiosos hacen "terapia
de grupo", logrando salir indemnes de ella, sin conflictos y
reafirmando en el grupo social su verdadero yo.
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