El grupo de Zingra (ciganos) llego a Casablanca. Zaida y
Zoraida fueron pronto a la ciudad y allí encontraron a personas de todas las
razas y credos.
Un joven árabe, curioso por naturaleza, se acercó a Zaida y
Zoraida y comenzó a examinar todo lo que dijo de los recién llegados. Zaida no
lo llamo, pero con valentía Zoraida le preguntó: - ¿Nunca viste a una cigana?
El joven dijo: - Ya vi muchas, pero no tan bellas como usted. Zoraida, con más
audacia, le contestó: - No es para tus ojos, árabe. El joven, dijo entonces: -
Usted va a sufrir mucho en la vida, porque en su corazón sólo hay amargura. Por
dentro eres fea. Y se alejó. Zaida y Zoraida fueron al campamento, pues irían
al otro día a Rabat. En la mañana, levantaran el campamento.
La caminata fue difícil. La caravana de camelleros pasaba
por macizos rocosos, donde los vientos implacables y terribles soplaban, aunque
el cielo era azul. Fue difícil, pero llegaron a Rabat. Diferente de los demás,
el mercado ofrecía a los compradores especialmente, lanas y alfombras. Este
mercado se encontraba en un patio rodeado de paredes cubiertas de vegetación,
con muchas flores y enredaderas. Allá se veía comerciantes que decantaban
anunciando sus productos.
Zaida y Zoraida estaban deslumbradas con todas las cosas. No
fue muy difícil mezclarse con el pueblo, pues las mujeres llevaban el clásico
traje árabe, con una única túnica larga hasta los pies, la cabeza cubierta y el
rostro oculto por un velo. Allí, Zoraida conoció a Mustafá. Pronto se interesó
en él y él de ella. Zoraida era muy interesada e inmediatamente aprovechó
pidiendo presentes así que comenzó el romance entre los dos.
A Zaida no le gustó mucho: sabía que su hija no estaría con
nadie porque su corazón era muy ruin y sólo quería jugar con ese chico, pero
Zaida no podía hacer nada. Zoraida salió de su campamento y siguió al muchacho
a Fedala, una pequeña ciudad costera entre Casablanca y Rabat. Con el tiempo,
sin embargo, Zoraida vio que Mustafá no iba a darle más regalos, porque no tenía
más dinero. Como era codiciosa, dejo a Mustafá y volvió a Rabat. Allí comenzó
un romance con un vendedor de alfombras del mercado. Mustafá no estaba
satisfecho y fue a buscar a Zoraida.
En Rabat, estaba acampando un grupo de ciganos, el grupo de
Zingra que Zoraida abandonó. Zaida fue a encontrarse con su hija, como había
tenido una advertencia de que Zoraida sufriría algo malo, pero no lo podía
evitar, ya que Zoraida era muy ligera y que pagaría dicha conducta con su vida.
En este mismo instante, Mustafá llegó a Rabat. Pronto encontró Zoraida, la tomó
por el brazo y le dijo: "Cigana, tu eres mía". Zoraida dijo: - Yo no
soy nadie, soy libre como los pájaros. No tengo la culpa de ser tan hermosa. No
te quiero más, ¡vete de mi vida! Mustafá dijo: - Cigana, entonces vamos a morir
juntos. Tomó un cuchillo y concretó lo que había dicho.
Zaida llegó demasiado tarde. Abrazó el cuerpo de su hija y
dijo: - Yo sabía que este era tu fin. No se juega con los sentimientos de los
demás. Zaida llevó el cuerpo de su hija al campamento. Allí se hizo una gran
hoguera y quemaron el cuerpo de Zoraida. El rey Ruan sopló las cenizas en la
hierba, y dijo: - Espíritu de Zoraida, que seas purificado para venir a la
tierra para ayudar a las personas con gran afecto y amor. Por eso, que la
cigana Zoraida hoy viene en un montón de auras con mucha suavidad y dulzura.
Esta cigana es quién transmite paz, amor y afecto a aquellos que la buscan,
porque su espíritu fue limpiado de todas las cosas malas que hizo en la Tierra.
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