Era um temible guerrero que luchaba sin cesar contra los
reinos vecinos. De esas expediciones, él traía siempre un rico botín y
numerosos esclavos. Guerreó contra la ciudad de Ará y la destruyó. Saqueó y
devastó muchos otros Estados y se apoderó de la ciudad de Irê, mató al rey,
instaló a su propio hijo en el trono y regresó glorioso, usando el título de
Oníìré, "Rey de Irê".
Por razones que ignoramos, Ogum nunca tuvo el
derecho a usar una corona (adé), hecha con pequeñas cuentas de vidro y adornada
por franjas de canutillos, disimulando el rostro, emblema de realeza para los
yorubas.
Fue autorizado a usar apenas una simple diadema, llamada àkòró, y eso
le valió ser saludado, hasta hoy, con los nombres de Ògún Oníìré y Ògún
Aláàkòró inclusive en el Nuevo Mundo, tanto en Brasil como en Cuba, por los
descendientes de los yorubas traidos para esos lugares.
Ogum habría sido el más
enérgico de los hijos de Odùduà y fue el que se convirtió en regente del reino
de Ifé cuando Odùduà quedó temporariamente ciego (información personal del Óòni
(rey) de Ifé en 1949). Ogum decidió, después de numerosos años ausente de Irê,
volver para visitar su hijo (información personal del Oníìré en 1952).
Infelizmente, las personas de la ciudad celebraban, en el día de su llegada,
una ceremonia en que los participantes no podían hablar bajo ningún pretexto.
Ogum tenía hambre y sed; vió varias vasijas de vino de palma, pero ignoraba que
estuviesen vacíos. Nadie lo había saludado o respondido a sus preguntas. Él no
era reconocido en el lugar por haber estado ausente durante mucho tiempo.
Ogum,
cuya paciencia es pequeña, se enfureció con el silencio general, por él
considerado ofensivo. Comenzó a romper con golpes de sable las vasijas e,
inmediatamente, sin poder contenerse, pasó a cortar las cabezas de las personas
más próximas, hasta que su hijo apareció, ofreciendole sus comidas predilectas,
como perros y cangrejos, porotos regados con aceite de palmera y vasijas de
vino de palma.
Mientras saciaba su hambre y su sed, los habitantes de Irê
cantaban loores donde no faltaba la mención a Ògúnjajá, que proviene de la
frase ògún je ajá (Ogum come perro), lo que le valió el nombre de ògúnjá.
Satisfecho y calmado, Ogum lamentó sus actos de violencia y declaró que ya
había vivido mucho. Bajó la punta de su sable en dirección al suelo y
desapareció por la tierra adentro con un estruendo asustador.
Antes de
desaparecer, entretanto, el pronunció algunas palabras. A esas palabras, dichas
durante una batalla, Ogum aparece inmediatamente en auxilio de aquel que lo
convocó. Pero ellas no pueden ser usadas en otras circunstancias, pues, si no
hay enemigos delante de si, es sobre el imprudente que Ogum se lanzará. Como
Orixá, Ogum es el dios del hierro, de los herreros y de todos aquellos que
utilizan ese metal: agricultores, cazadores, carniceros, barberos, marceneiros,
carpinteros, escultores.
Desde el inicio del siglo, los mecánicos, los
conductores de automóviles o de trenes, los reparadores de bicicletas y de
máquinas de costura se vinieron a unir al grupo de seus fieles. Ogum es único,
aunque, em Irê, se dice que él es compuesto de siete partes. Ògún méjeje lóòde
Iré, frase que hace alusión a las siete aldeas, hoy desaparecidas, que existían
cerca de Irê.
El número 7 es, pues, asociado a Ogum y es representado, en los
lugares que le son consagrados, por instrumentos de hierro, en número de siete,
catorce o veintiuno, colgados en una asta horizontal, también de hierro: lanza,
espada, carpín, alicates, cuchillo, punta de flecha, símbolos de sus
actividades.
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