En el año de 1500, cuando los portugueses avistaron lo que
para ellos eran las Indias, y que en realidad era el continente Americano, en
lo que sería posteriormente Brasil, al desembarcar se encontraron con una
tierra de bellezas deslumbrantes, habitada por nativos. A estos aborígenes los
lusitanos, por imaginarse estar en las Indias, los llamaron indios.
Los primeros
contactos entre los dos pueblos fueron, en su mayoría, amistosos, pues los
nativos se identificaron con algunos símbolos que los extranjeros presentaban.
Pero, el tiempo y la convivencia se encargaron en mostrar a los habitantes de
Pindorama, (nombre indígena de Brasil) que los hombres blancos estaban allí por
motivos poco nobles. La relación hasta entonces pacífica, comienza a
desmoronarse como un castillo de arena.
Son
inescrupulosamente esclavizados y forzados a trabajar en la novel empresa. Se
revelan, resisten, y muchos son privados de sus vidas en nombre de la libertad.
Mas tarde, el esclavista comienza a traer a Bahia los primeros negros esclavos
que sobre la ley del látigo, son obligados también a trabajar. Como los indios,
sufrieron toda especie de castigos físicos y morales, y hasta la privación de
la propia vida.
De esta forma,
indios y negros, unidos por el dolor, por el sufrimiento y por el ansia de
libertad, desencarnaban y encarnaban en las Tierras de Santa Cruz.
Ora trabajando en
el Plano Astral, ora como encarnados, estos espíritus luchaban incesantemente
para humanizar el corazón de el hombre blanco, y hacer que algunos hermanos de
raza se librasen de el rencor, de el odio y del sufrimiento que les fueron y
eran infligidos.
Por otra parte, la
iglesia católica, preocupada con la expansión de su dominio religioso, enviste cobarde mente para eliminar las religiosidades negra e India. Muchas comitivas
sacerdotales son enviadas, con el intuito "noble" de
"salvar" el alma de los nativos y de los africanos.
Los años pasan...
En 1888 es decretada la Ley
Áurea. El cuadro social de los ex esclavos (indios y negros) es de total
miseria. Son abandonados a su suerte, sin un programa gubernamental de
inserción social. La parte religiosa de sus cultos son entonces dirigidos hacia
el mal, para la venganza y la desgracia del hombre blanco, reflejo del período
de la esclavocracia.
En el Astral, los
espíritus que habían tenido encarnación como indios, caboclos (mestizo), zambo
y negros, no tenían campo de actuación en los agrupamientos religiosos
existentes.
El catolicismo,
religión de predominancia, repudiaba la comunicación con los muertos, y el
espiritismo (kardecismo) estaba preocupado nada más en reverenciar y aceptar
como nobles las comunicaciones de espíritus con el rótulo de
"doctores".
Los Señores de la Luz (Araxás, Orixás), atentos
al escenario existente, por ordenes directas del Cristo Planetario (Oxalá)
estructuraron aquella que sería una Corriente Astral abierta a todos los
espíritus de buena voluntad, que quisiesen practicar la caridad, independientemente
de los orígenes terrenos de sus encarnaciones, y que pudiesen dar un freno al
radicalismo religioso existente en el Brasil.
Comienza a
plasmarse en el Plano Terreno, con la forma de religión, La Corriente Astral
de Umbanda, con su jerarquía, bases, funciones, atributos y finalidades.
En tanto esto
ocurre, en el plano terreno surge, en el año de 1904, el libro “Religiões do
Rio”, elaborado por "João do Rio", seudónimo de Paulo Barreto,
miembro emérito de La
Academia Brasilera de Letras.
En el libro, el
autor hace un estudio serio e inequívoco de las religiones y sectas existentes
en Rio de Janeiro, que por aquella época era capital federal y centro socio
político cultural del Brasil. El escritor, en la preocupación de llevar al
conocimiento de la sociedad los varios segmentos de religiosidad que se
desarrollaban en el entonces Distrito Federal, recorre iglesias, templos,
terreiros de brujería, macumbas cariocas, sinagogas, entrevistando personas y
testimoniando hechos.
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