(Aceptación y
reconocimiento en el Brasil como religión)
A fines del siglo XVIII existía, en Río de Janeiro, varias
modalidades de cultos que demostraban su origen Africano, aunque ya
suficientemente distanciados de las creencias traídas por los esclavos. La
magia de los antepasados Africanos, transmitidas oralmente a través de varias
generaciones, se había desvirtuado y mezclado con hechicerías provenientes de
Portugal donde siempre existieron hechizos, rezos y supersticiones.
Los “macumberos” (mezcla de catolicismo, fetichismo negro y
creencias nativas) se multiplicaban; se hizo notable la actividad remunerada
del hechicero; el “trabajo feito” pasó a estar a la orden del día, motivando un
trabajo posterior con el fin de destruir los efectos maléficos; se organizaron
los despachos, apuntados a obtener favores para unos y perjudicar a terceros;
aves y animales eran sacrificados con diversas finalidades; se exigían objetos
raros para homenajear entidades o satisfacer elementos del bajo astral.
Siempre, sin embargo, obedeciendo a los objetivos primordiales: aumentar la
ganancia del hechicero o “tumbar” (término que estuvo muy en boga) a quienes no
se inclinaran ante sus poderes y pretendieran hacerle una abierta competencia.
Los mentores del astral superior, sin embargo, estaban
atentos a lo que pasaba. Se organizaba un movimiento destinado a combatir la
magia negativa que se propagaba de manera alarmante; cabía alcanzar, en los
comienzos, a las clases humildes, las más expuestas al clima de supersticiones
que imperaba en la época.
Se formaron entonces las falanges de trabajadores
espirituales, que se presentarían en forma de Caboclos y de Pretos Vhelos, para
ser mas fácilmente comprendidos por el pueblo. En las sesiones espiritas, sin
embargo, no fueron aceptados; identificados bajo esas formas eran considerados
espíritus atrasados y sus mensajes ni merecían ser analizados.
También se acercaron a los Candomblés y a los cultos
entonces considerados como “bajo espiritismo” las macumbas. Es probable que en
estos y en los Batuques de Río Grande del Sur hayan encontrado acogidas, con la
finalidad de ser aprovechados en los trabajos de magia como elementos nuevos
que renovasen el viejo sistema de hechicería.
La situación permanecía inalterada al iniciarse el año 1900,
las determinaciones del alto astral, sin embargo, deberían cumplirse.
El 15 de noviembre de 1908 se presento a una sesión
espiritista en Niterói, por entonces dirigida por José de Souza, un joven de 17
años perteneciente a una tradicional familia fluminense. Su nombre, Zélio
Fernardino de Moraes. Se había restablecido, el día anterior, de una enfermedad
que los médicos habían tratado, vanamente, de identificar. Y su recuperación,
atribuida a un espíritu, resulto inesperada y sorpresiva. Ni los médicos que lo
atendían ni los tíos, sacerdotes católicos, habían encontrado una explicación
plausible. La familia atendió, en consecuencia, la sugerencia de un amigo que
se ofreció para acompañar al joven Zélio a la federación.
Zélio fue invitado a participar de la mesa. Iniciados los
trabajos, se manifestaron espíritus que decían pertenecer a indios y esclavos.
El dirigente les advirtió que debían retirarse. En ese momento Zélio se sintió
dominado por una fuerza extraña y oyó su propia voz indagar por no eran
aceptados los mensajes de los Negros y de los Indios y si ellos eran
considerados atrasados solo por el color y por la clase social que habían
heredado. Esta observación suscitó casi un tumulto. Se sucedió un diálogo
acalorado, durante el cuál los dirigentes del trabajo procuraban adoctrinar al
espíritu desconocido que se manifestaba y mantenía una segura argumentación.
Finalmente, uno de los asistentes pidió a la entidad que se identificase, ya
que le parecía envuelta por un aura de luz.
Si quiere un nombre – respondió Zélio enteramente
mediumnizado – que sea este: “soy el CABOCLO DE LAS SIETE ENCRUCIJADAS”, puesto
que para mí no había caminos cerrados.
Y, posteriormente, anunció la misión que traía: establecer
las bases de un culto en el cual los espíritus de indios y esclavos vendrían a
cumplir las determinaciones del astral. Al día siguiente declaró Él, estaría en
la residencia del médium, para fundar un templo que simbolice la verdadera
igualdad que debe existir entre encarnados y desencarnados.
Llevare de aquí una semilla y la plantaré en el barrio de
Neves, donde habrá de transformarse en árbol frondoso.
Al día siguiente, 16 de noviembre de 1908, a la residencia de la
familia del joven médium, del barrio de Niterói, la entidad se manifestó
puntualmente en el horario previsto 20 horas.
Allí se encontraban casi todos los dirigentes de la
federación espirita, amigos de la familia, sorprendidos e incrédulos, y gran
número de desconocidos que nadie podía decir como habrían tomado conocimiento
de lo ocurrido. Algunos rengos se aproximaron a la entidad, recibieron pases y,
finalmente, estaban curados. Fue esa una de las primeras pruebas de la
presencia de un alma superior.
En esa reunión, el Caboclo de las Siete Encrucijadas
estableció las normas del culto cuya práctica se denominaría sesión y se
desarrollaría de noche, entre las 20 y las 22 horas. Para atención al público
totalmente gratuita, pases y recuperaciones de obsesivos. El uniforme a ser
usado por los médium sería todo blanco y de tela simple. No se permitiría la
retribución financiera por la atención o los trabajos realizados.
A este nuevo culto, que se cimentaba en esa noche, la
entidad dio el nombre de UMBANDA, y declaró fundado el primer templo para su
práctica, con la denominación “tienda espirita nuestra señora de la piedad.
A través de Zélio se manifestó, esa misma noche, un Preto
Velho, Pae Antonio, para completar las curas de enfermos iniciadas por el
Caboclo. Fue él quien dictó este punto, hoy cantado en todo Brasil: “llego,
llego con Dios es su llegada, llego el Caboclo de las siete encrucijadas”.
A partir de esa fecha, la casa de la familia de Zélio se
torno meta de enfermos, creyentes, escépticos y curiosos. Los enfermos eran
curados, los escépticos presenciaban pruebas irrefutables, los curiosos
constataban la existencia de una fuerza superior y los creyentes aumentaban día
a día.
Cinco años mas tarde se manifestó el Orixa Malé,
especialmente para la cura de obsesivos y el combate de los trabajadores de
magia negra.
Transcurrido 10 años, el Caboclo anunció la segunda etapa de
la misión: la fundación de siete templos que deberían constituir el núcleo
central para la difusión de la religión Umbanda.
La tienda de la piedad trabajaba activamente produciendo
curas, principalmente produciendo la recuperación de los obsesivos (posesos),
considerados locos en esa época. Ya por entonces se contaban por centenas las
curaciones realizadas por la entidad, comentadas por todo el estado y
confirmadas por los propios médicos, que recorrían la tienda en busca de cura
para sus pacientes. Y el Caboclo indicaba, en los escritos que les presentaban
los nombres de los enfermos, a quienes podría curar: eran los obsesivos
portadores de molestias de origen psíquicas; a los otros, decía él, competía a
la medicina curarlos.
Zélio ya por entonces casado por determinación de la
entidad, recogió a los enfermos mas necesitados en su residencia asta el
término de su tratamiento astral. Y muchas veces sus hijas Zélia y Zilmeia,
pequeñas aun cedían sus cuartos y dormían en esterillas para que los enfermos
quedasen bien acomodados. En las reuniones de estudios que se realizaban los
días jueves, la entidad preparaba los médium que serían indicados
posteriormente para dirigir los nuevos templos. Se fundaron así las tiendas de
nuestra señora de la guía, de la concepción, Santa Bárbara, San Pedro, Oxala,
San Jorge y San Jerónimo.
Poco después la
Umbanda comenzó a expandirse por los estados. En San Pablo,
se fundaron en la capital 23 tiendas y 19 en Santos. Y, enseguida, se Minan
Gerais, Espíritu Santo y Río Grande del Sur. En Belén se fundo la tienda Mirim
de San Benedito. El capitán del ejército que servía en la capital de la
república, pidió el traslado a Para con el fin exclusivo de llevar allí el
mensaje del Caboclo de las siete encrucijadas. Se confirmaba la frase
pronunciada en la federación espirita: “llevare de aquí una semilla y la
plantaré en el barrio de Neves, donde habrá de trasformarse en árbol frondoso”.
En 1937, los templos fundados por el Caboclo, se reunieron
creando la “Federación Espirita de Umbanda del Brasil”, posteriormente denominada
“Unión Espiritualista de Umbanda del Brasil”. Y, 1947, surgió el “Jornal de
Umbanda”, que durante mas de 20 años fue un órgano de información doctrinario
de gran valor.
Zélio de Moraes instalo Federaciones Umbandistas en San
Pablo y Minas Gerais.
Como se formaron las diferentes líneas (tribus) de Umbanda
Antiguamente el continente africano se dividía en diferentes
tribus (Yeyé, Gexa, Nago, Oio, Cambinda, Keto y otras), las variaciones entre
ellas consistían básicamente en los Orixas que se veneraban en cada región. Los
colores de la indumentaria identificaban a cada persona con su Orixa y Nación o
Tribu.
La primera fusión entre estas naciones surge en las bodegas
de los navíos negreros, como consecuencia de la trata de negros producida por
los mercaderes de esclavos, donde integrantes de las más diversas etnias entran
en contacto, siendo transportados bajos las condiciones más infrahumanas,
padeciendo interminables maltratos, hambre, enfermedades, torturas y vejaciones
de toda clase. La segunda fusión se da cuando estos esclavos negros se
relacionan con los esclavos amerindios autóctonos de las regiones colonizadas,
produciéndose un intercambio cultural religioso entre los dos hermanos de
sufrimiento.
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