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lunes, 9 de noviembre de 2015

Oxala Mozo

Este orixá es ampliamente conocido en Brasil, en nuestro país y en Buenos Aires. 

Eso se debe a que espiritualmente se considera que países con costas son los lugares donde se manifiesta este orixá. Las costas, lugares donde las extensiones de arena y playas son el marco de un país, es el lugar elegido por Oxalá mozo para tener hijos “elegún”. 

La historia nos cuenta que las naciones que llegaron a Brasil introdujeron a las culturas allí vigente una nueva forma de interpretar la vida. Estas nuevas tradiciones, al paso de los años, se arraigaron en el sentimiento popular e ingresan libremente sin importarles fronteras geográficas, pues la espiritualidad no las posee. 

El nombre en África es Oxanguiá y en América del Sur se le conoce como Oxalá mozo inclusive la “x” no pertenece a la fonética yoruba, sino que pertenece a la portuguesa. Es así que su nombre se escribirá en yoruba con una”s” con un punto debajo para darle la misma pronunciación al igual que todas las “x” que aparezcan en los nombres de los orixás africanos.

Oxanguiá es hijo de Oxalufá. El nació en Ilé Ifé mucho antes de que su padre se transformara en el rey de Ifan, una ciudad más al norte e Ifé. Oxanguiá era un valiente guerrero que deseaba como todos los guerreros de su época tener su propio reino. Decidió lanzarse a la aventura y lo hizo acompañado de su amigo Awoledje. Tenemos que decir que Oxanguiá aún no tenía ese nombre. Es entonces que llegó a un lugar que conquistó, llamado Ejigbo y fue coronado “Rey Elejigbo”.

Oxanguiá tenía un antojo muy grande que era comer mandioca pelada, es un especie de batata de donde sale la fariña de mandioca conocida en África como iyan y en Brasil como inhame. Llámese como se llama en cada país, Oxanguiá comía en todo momento la mandioca. Es así que inventó el mortero para que se prepara su plato favorito. 

Los otros orixás impresionados por su actitud le pusieron el apodo de Oxanguiá cuya traducción es: orixá comedor de mandioca o inhame. El amigo de Oxanguiá, Awoledje, que era un gran babalao, le dijo que debería hacer un ofrecimiento a los orixás dueños del lugar, que consistía en dos ratones de tamaño medio, dos pescados que nadaran majestuosamente, dos gallinas cuyo hígado fuese bien grandes, dos cabras cuya leche fuese abundante, dos bolsas de caracoles y muchos paños blancos. Todo esto le depararía que la ciudad fuese poderosa y poblada con muchos habitantes.

Oxanguiá cumplió al pie de la letra todo lo mandado por su amigo el babalao, quién partió a nuevos lugares, y como él lo había previsto, así ocurrió. La pequeña ciudad se transformó en una gran ciudad fortificada y amurallada, con un próspero comercio y su rey Elejigbo vivía rodeado de sus mujeres y sus servidores y el pueblo cantaba canciones que le indicaba como el gran guerrero y el gran estadista que trajo la prosperidad al lugar.

Cuando se hablaba en su nombre, se había prohibido decir Oxanguiá pues era considerado una gran falta de respeto y se le decía Kabiyesi que significa en yoruba “su majestad”. Pasaron algunos años y su amigo el babalao Awoledje volvió, por supuesto que desconociendo la prosperidad y el progreso de su amigo y además la prohibición por la cual no se le llamaba más por el nombre que le conocía, sino por el de Kabiyesi, y ocurrió lo inevitable. No bien Awoledje ingresó a la ciudad se acercó al palacio preguntando por “el comedor de mandioca”. Los guardias, llenos de rabia por la falta de respeto del forastero, lo prendieron y lo llevaron preso a la peor de las celdas, en el sótano del palacio.

Antes de llevarlo preso fue paseado por toda la ciudad y todo el mundo le daba de azotes con una varas. Una vez preso, el babalao lanzó una maldición: las mujeres de la ciudad por siete años no podrían tener hijos, los campos no tendrían pasto para dar comer a los caballos del rey y no llovería por siete años. Elejigbo, cuando comenzaron a ocurrir todas estas cosas, desesperado consultó a otro babalao y éste le dijo: “Kabiyesi, toda esta infelicidad que ocurre se debe a que un babalao amigo tuyo está prisionero. Debes liberarlo inmediatamente y lograr que te perdone”. 

Así lo hizo y el babalao, su amigo, lleno de resentimiento se internó en el monte. Hasta allí tuvo que ir Elejigbo a pedirle perdón. Después de varios ruegos, el babalao asintió y pidió que la gente de los barrios de Ejigbo fueron a cortar trescientas varas y los habitantes de cada barrio se golpearon hasta que las varas se rompieron.

Por eso en las ceremonias de Oxanguiá, Oxalá Mozo en Bahía y en todos los demás lugares, incluyendo la ciudad de Ejigbo cumplen con este acto en el que lógicamente no llegan a romper las varas contra los otros sino que se golpean levemente y luego comen mandioca pelada o en forma de pirón en honor de Oxanguiá. Luego de eso es hace presente el orixá y baila con la energía de un guerrero, teniendo en su mano un mortero, su símbolo y su invento gastronómico.

En África, en la ciudad mencionada, en época de la fiesta hacen que las varas sean consagradas para golpear el suelo para alejar los muertos y piden a Oxanguiá que reine la paz y la abundancia en la ciudad o en la casa de religión en nuestro país, pidiendo que llueva regularmente.

Los axés del orixá son traídos del templo por los babalaos hasta el palacio del actual rey y se dejan por un tiempo, luego los llevará el propio rey al templo que existe en el medio del monte, donde le ofrecerán fuentes de maderas,”gemelas” con mandioca y frutas, que serán comidas en el templo en comunión con el dios y los asistentes.

Algo muy similar ocurre en nuestro batuque al comienzo de la fiesta de Oxanguiá, Oxalá Mozo. Un día antes de la fiesta se limpia a todos los participantes con las varas de membrillo, alejando los malos espíritus y logrando la tranquilidad para todos. Luego se realiza el ebó ofrenda de animales para el orixá para finalizar comiendo el pirón, comida ésta que se realiza el mismo día del ofrecimiento de los animales para los orixás, hecho con fariña de mandioca y pollo.
Las ceremonias son parecidas pero cambiaron algunas cosas. Esto se debe a las exigencias sociales o culturales del medio en que se realizan.

Esta es la historia de este orixá que en este mes de octubre y durante treinta años se festeja durante la semana del 20, pues este es el día que se recuerda como el de la liberación.
Oxanguiá u Oxalá mozo también conocido por Moquéxe se divide en tres clasificaciones: Dakún, Bokún, Lokún, indicando que estos Oxalá pertenecientes al grupo de los jóvenes o niños, hijos de Oxalufán, los jóvenes guerreros vienen al mundo para ayudarlo a mejorar día a día.

Dentro de las naciones africanas que conforman el batuque, Oxalá mozo se viste de blanco; en su ciudad, Ejigbo, también es su color. Una característica importante es que cuando se manifiesta en sus hijos, su danza es la de un joven guerrero y como los Oxalá viejo(Oxanlumfá, Obatalá u Orixanlá) en el momento que se toca el Aluyá de Xangó, salen de la rueda y no participan de dicha danza. 

La leyenda dice que Xangó abandona a Oxalá en un momento difícil en el que no podía andar pues tenías sus miembros quebrados. Xangó se aleja tentado por el olor de su comida preferida y Oxalá cae de rodillas. Y es Ogún quien carga con el y lo salva. Los Oxalá jóvenes (mozos) en respeto a su padre también cumplen con salir de la rueda y no bailan el Aluyá.


Tienen dos días importantes dedicados en la semana: uno el miércoles y otro del domingo que comparte con el padre.

El miércoles lo comparte con Xapana. No debe confundir con el dueño de la visión y los caorís (buzios), Ifá o Orumilaiá, otra clasificación de Oxalá, pero en este caso más, cercano a Oxalufá (viejo).

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