La noche mas oscura, ninguna estrella regalando un reflejo.
Como si fuese el fin del camino, el umbral entre lo terrenal y lo espiritual
solo el ronroneo constante del mar y el silbido sin fin del viento.
En ese escenario paradisíaco, una anciana sobre un tronco
que tal vez las aguas habían traído, con delicadeza y tesón, trabajaba el lodo,
dando forma de vasijas, moringas, cuartiñas, y muchos elementos útiles. Sin
percibir la ausencia de sol; ya que sus
ancianos ojos hacia muchos años que no se lo mostraban pero sus otros sentidos
se agudizaron para subsistir.
Desde lejos se escuchaba el paso apresurado de una persona,
pasos cortos, delicados, también el llanto de un niño.
Con vos serena pregunta: ¿Hija, que dolor es tan grande y
sobrepasa tu fortaleza?
Sollozando dentro de su angustia, esa mujer joven y bonita
cuenta a la anciana su problema.
Madre “NANA”, la peste y el dolor se han apoderado de mi
hijo. Su cuerpo se deteriora, las llagas consumen su carne que caen en estado
de putrefacción; y temo por la salud de mis otros hijos.
La anciana comprendió la situación, pide a Yemanja que deje
a su cargo el niño.
Hija, ve y confía a mi cuidado al niño, yo veré que hacer
por el. Sabia y dolorosa fue tu decisión al separarlo de tu lado, para evitar
la epidemia.
Nana, lleva al niño a la gruta donde era su hogar, lo
acomoda y comienza a preparar potajes de minerales y vegetales para curarlo.
Pasa el tiempo y el niño se recupera, pero la secuela de la
enfermedad había quedado en el cuerpo.
Cicatrices profundas y prominentes en todo el cuerpo. Pero
su mente estaba intacta.
Joven casi hombre, pero con la añoranza de reencontrarse con
su familia. Nana, quien lo había criado como un hijo. No consciente este viaje,
para ir en busca de los suyos. No por celos la anciana sabia que no todos lo verían,
sin temer acercarse o asustarse y mas doloroso que las secuelas en su cuerpo,
seria el rechazo.
Emprende el camino lleno de ilusiones y alegría, promete a
la anciana que pase lo que pase el regresaría.
Al entrar al reinado, cansado y sediento después de varios días
de camino. Intenta preguntar a la gente por la morada de su madre y hermanos,
pero la gente se aleja murmurando, el insiste y hombres y mujeres echan a
correr, gritando: ¡Homolu, Homolu! ¡Muerte dolorosa, Muerte Dolorosa! ¡Atoto, Abaluhaie!
¡Muerte por llagas!
El asustado, sin comprender tambien corre para refugiarse de
Homolu. Mira hacia atrás y recien comprende, que aquel temido Homolu era el.
Apesadumbrado y sin pensarlo dos veces; emprende el regreso
a los ancianos brazos de Nana a quien con dolor y resignacion cuenta lo
sucedido.
Hijo ¡Xapana Abao! ¡Señor de la buena muerte! ; pobre de
aquellos esclavos de sus pensamientos. Temerosos de lo desconocido e ingenuos
en creer en lo que ven.
“Aquel que el mundo vea sin ver y desde el umbral en el
limite de raciocinio descubrirá que temer lo desconocido es temer de si mismo.
Y encontrara en ti mi querido ¡Baba Luhaie! ¡Sabia muerte
por las llagas! El ser mas hermoso y transparente.”
Y es así que el viento sopla, la marea sube la noche se acerca
pero esto a Xapana ya no le preocupa, porque aprendió a ver al mundo sin ver.
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