Para contar con una perspectiva africana de los rituales
del Espacio Sagrado, recomendamos leer los libros del Dr. Malidoma Somé, Ph.D,
y de su esposa, Sobonfu Somé.
Ambos son iniciados de la tribu Dagara, quienes
residen y enseñan por temporadas en los Estados Unidos y en Europa. En
especial, recomendamos el libro autobiográfico de Malidoma sobre el ritual de
iniciación como un hombre de su tribu, titulado “Of Water and the Spirit”, y
desde luego, las páginas del sitio www.malidoma.com).
El Dr. Malidoma Somé Ph. D. ha dicho que las rocas, los
árboles y los animales son mas inteligentes que los humanos y que éstos son los
últimos en la escala de la conciencia. ¿Por qué? Porque los pájaros siempre
actúan como pájaros, raramente se ve a uno de ellos tratando de ser un
elefante.
No se verá a un árbol tratando de ser una piedra y nunca se
encontrará a una piedra siendo otra cosa que no sea piedra. Esta es una de las
razones por las cuales las piedras son sagradas. Ellas son inflexibles en su
insistencia en mantener una identidad intrínseca. Una piedra es espiritualmente
evolucionada porque siempre funciona en constante armonía con su destino.
Los
humanos siempre están tratando de ser pájaros y elefantes o cualquier cosa que
puedan imaginar. Es el rol de Tramposo Divino, y se puede sugerir que podríamos
tenerlo en nuestro destino personal, que quizás tengamos un propósito o una
misión para estar en la tierra, o que podríamos tener alguna esencia, que el
Universo nos está guiando hacia el Ser. Es así que el Tramposo Divino tiene una
función muy importante y sagrada.
Esto nos sugiere la idea de abrir puertas. Leemos una y otra
vez que Eshu es la divinidad africana que abre los caminos, pero, ¿qué
significa? Es como si todos rescribieran lo que otro subrayó. Consideremos cuál
es la puerta que abre Eshu y cuándo, en el curso de la vida, es importante
tener esa puerta abierta.
¿De qué puerta estamos hablando? De nuestra mente, de
nuestra cabeza, pero también de una puerta real y concreta que tiene que ver
con la iniciación a la vida espiritual como camino de trascendencia.
La iniciación es el proceso por el cual los ancianos guían a
través de los siete pasos a los neófitos.
El novicio toca la puerta y la patea
para abrirla, entonces retrocede un paso y espera ser invitado a entrar. Esta
es la Puerta que nos interesa. No la que se patea durante el ritual, sino una
más profunda. La iniciación ocurre cada vez que abrimos nuestra propia
conciencia.
Esto puede ser en el contexto de un ritual comunitario o
simplemente como recomendación para superar alguna dificultad.
Podemos dibujar un mapa de la conciencia trazando un círculo
que contenga una cruz de brazos iguales. Imaginemos que el círculo con la cruz
es del tamaño de una pelota de béisbol.
Digamos que representa la conciencia de
un hombre joven, el día anterior a su pubertad. La pubertad entra... y su
conciencia es forzada a enfrentarse con la vida de un ser adulto, a edificar
una familia, a buscar una posición productiva dentro de la sociedad, etc.
Digamos que la conciencia de un hombre que ha asimilado
éstos nuevos roles está representada por un círculo del tamaño de una pelota de
básquet. Para pasar de una a otra esfera se requiere de la muerte del viejo
ser. Entonces, el hombre joven ya no existe y en su lugar ahora aparecerá un
hombre adulto. Este cambio solo puede ocurrir si se rompe con los parámetros de
conciencia que definen cómo nos vemos a nosotros mismos dentro del mundo.
Cuando se rompe esta barrera, atravesamos un período de
muerte y renacimiento. Este proceso involucra caminar a través de algunas
puertas, barreras que nos llevan al reino de lo desconocido. Una realidad
compartida, no hay excepciones. Una vez que estamos iniciados, nuestra tarea es
reiniciarnos constantemente. Cada día tenemos que incorporar, asimilar e
integrar las lecciones de vida que ocurren en el mundo. De otra forma nos
estancaríamos, retrocederíamos y el círculo que representa nuestra conciencia comenzaría
a empequeñecerse.
Luego atravesamos otra puerta, que nos permite dar un salto
hacia el próximo nivel de conciencia. La llave para abrirla es el deseo de
confrontar el temor a lo desconocido. Esto siempre involucra un deseo de
cambio.
La puerta que abre Eshu es aquella que permite ver nuestro interior.
Cuando lo hacemos, solemos cuestionarnos: “¿Quien soy en este momento? ¿La
persona que habita en mí no va acaso a restringirme?, ¿qué tengo que hacer para
llegar al próximo nivel?”
Los africanos dicen que Eshu, como primer Orisha, como
deidad que abre los caminos, es el primer recurso para la confrontación con el
temor.
Históricamente, una de las razones por las que Eshu es
descrito como malo o negativo es porque nos enfrenta cara a cara con nuestros
temores. Y si no nos gusta la experiencia, o no podemos manejarla, tenemos una
natural tendencia es culpar a Eshu en vez de admitir la falta de coraje. Es que
siempre necesitamos encontrar un perfecto culpable fuera de nosotros.
Si no
estamos dispuestos a caminar a través de esa puerta que Eshu ha abierto, la
respuesta común del ser humano es culpar al portero.
Eshu es aquel a quien invocamos cuando podemos confrontar
nuestros temores. Pero no debemos avanzar por esa puerta si no estamos listos
para enfrentar lo que vendrá.
Fundamental, poética, cosmológica, psicológica y
espiritualmente, es de esa forma. Casi todas las iniciaciones incluyen una
dosis saludable de tiempo que nos es dado para permitirnos experimentar el
temor.
Esta es la razón principal del por qué son necesarias las iniciaciones,
y por qué son secretas, porque si supiéramos lo que está pasando, o lo que va a
suceder, haríamos trampa a la vida, trataríamos de encontrar un rápido atajo y
lo único que ocurriría es que, en lugar de evolucionar, nos estancaríamos en el
camino. Por ello, experimentar esta sensación es un proceso valioso.
Entonces, ante la pregunta acerca de cuál es la puerta que
abre Eshu. La respuesta más indicada sería: la puerta que nos permite enfrentar
nuestros temores.
La Psicología Transpersonal acepta que todos estamos
interconectados, que todos unidos somos, en conjunto, el cuerpo de Dios. Es una
idea noble y universalmente reconocida, pero es sólo eso: una idea, hasta que
podemos experimentar su realidad.
Ahora bien, existe un concepto en la religión
africanista llamado “Miedo de todas las madres” que no es otra cosa que el
miedo a la pérdida total del Sí Mismo, seguido por el sentido de que estamos
interconectados.
¿Cómo se relaciona esto con la idea arquetípica del
Justiciero Divino, que también encarna la deidad de Eshu?
Eshu tiene la función de ser el Justiciero Divino.
Existe la
creencia de que, inmersa en un panorama mayor, la justicia divina siempre está
actuando. De allí que nos sea posible llevarnos bien con personas que casi no
conocemos e incluso asociarnos con ellas y hasta ser felices.
La analogía
simbólica que usa la religión africanista es el siguiente axioma: “IFÁ OLOKUN O
SARA DAYO”, que traducido al español significa: “El espíritu del océano provee
a aquellos que viven en el mar”. ¿Cómo lo interpretamos? Cada pez que vive en
el océano, tiene hogar y comida.
Ellos lo han descubierto en el mar. El
problema es que a nosotros, que vivimos en la tierra, también se nos aplica ese
refrán y aún no lo hemos descubierto en nuestro hábitat. La idea que nos ofrece
Eshu como Justiciero Divino es que las leyes de la tierra están puestas para
ser esclarecidas.
Esto está íntimamente relacionado con la Teoría del Caos.
La
física occidental tiene una disciplina que postula la idea de que cosas que
parecen simétricas en el universo tienen un rango de variación cuando se ven a
distancia.
Y aquellas cosas que parecen asimétricas o arbitrarias, tienen su
grado de simetría cuando son vistas a distancia; por lo tanto, la justicia o
arbitrariedad dependen de la perspectiva con que se miren.
Eshu, como Justiciero Divino, es a quien invocamos para que
esto suceda. A veces realizamos tareas en períodos cortos, que son efectivas,
correctas y éticas y las mismas tareas, en períodos más largos pueden ser
negativas o incorrectas. También podemos entenderlo al revés: aquellas tareas,
situaciones o cosas que se ven negativas en un primer momento, pueden terminar
teniendo resultados positivos.
Es a Eshu a quien invocamos para conseguir la huella cuando
estamos inmersos en esa polaridad y perdimos el norte de nuestra vida. ¿Y esto
que tiene que ver con la vida en este preciso momento?.
Como no hay absolutos, parece que Eshu es necesario para
encontrar una forma de centrarnos física y espiritualmente.
La palabra yoruba que es utilizada para decir capilla es
“OJUBO”. Cada capilla en África contiene una piedra, en la religión se adoran y
ofrendan a las piedras. Ojubo significa “hacia donde miramos cuando decimos
nuestras oraciones”.
De manera que, cuando en la iniciación, los sabios
ancianos entregan una piedra, llaman a un espíritu que va a vivir en ella para
que el iniciado tenga Alguien con quien dialogar. También se enseña que si no
le hablamos a esa piedra, aquello que han puesto en ella, se irá, y lo que
quedará en el fetiche será únicamente la roca.
A pesar de lo que los misioneros cristianos han enseñado,
nadie en África cree que la piedra es Esu o el espíritu, ellos creen que la
piedra es lo que enfrentamos cuando le hablamos a Eshu. Esto da lugar para
iniciar el proceso de concentración, al que necesariamente seguirá la
meditación.
A veces se puede realizar de forma sencilla, natural. Otras veces
es estimulada por la inhalación de un tabaco, previamente conjurado (con una
fórmula ancestral típica del acervo chamánico) que facilita la comunicación, ya
que se produce durante el diálogo un estado de conciencia alterada que puede
considerarse un fenómeno transpersonal ya que no es patológico, todo lo
contrario, es sanador.
Y no es un trance ni nada que se le asemeje, solamente
un profundo estado meditativo que permite una mejor comunicación con la
divinidad que habita en la piedra. Y ese estado puede abandonarse a voluntad en
cualquier momento.
Si todo el Universo –entendido desde esta teología- es creado
por los 256 Oddun (o axiomas con que se explica la cosmogonía africanista),
entonces, estos Oddun tienen que ser parte de la conciencia, porque todos
emergieron de la luz que llegó desde el Big Bang o de cualquiera de las teorías
físicas que aceptemos en este sentido. Esa misma luz creó nuestra conciencia y
también originó a Eshu.
Así que dentro nuestro, Eshu está vivo y esperando para
salir a trabajar. Cuando nos concentramos estamos viendo la piedra, estamos
llamando –conciente o inconscientemente- para que Eshu aflore de nuestra
conciencia y rebote en esa piedra. Nuestra oración, nuestra meditación
profunda, nuestra comunicación con la divinidad y nuestro coraje para atravesar
todas las etapas arriba descritas traerá otras manifestaciones, otras posibilidades
e iremos gradualmente ampliando nuestra conciencia (esto es lo que se conoce
como despertar espiritual).
Nos cabe a nosotros posibilitar una convergencia de
fuerzas que permitirán el diálogo y la inspiración.